jueves, 17 de febrero de 2011

COMPAÑERA NORMA PATRICIA GALEANO

¡Cómo pasa el tiempo! Hace 16 años fue asesinada por un franco tirador, al parecer integrante del ejército nacional, la estudiante de octavo semestre de sociales de la universidad del Tolima y militante de la Juventud Comunista, Norma Patricia Galeano. Con apenas 23 años y un mundo venturoso por delante, fue cegada su vida por la política terrorista de Estado que impone el régimen capitalista a sangre y fuego en el marco trágico de la represión y la antidemocracia.
Su lucha, sus ideales y convicciones ideológicas y políticas siguen latentes en el corazón fresco de la juventud, en los comunistas y en los demócratas que pensamos que su sacrificio no  fue estéril, se ha convertido en semillero de nuevos hombres y mujeres que hoy luchan en diversos escenarios por esos mismos ideales y principios revolucionarios, tal el Polo Democrático Alternativo, que siendo un movimiento de izquierda lucha por la unidad del pueblo, la defensa de la soberanía nacional, la salida política al grave conflicto social y armado que vive la nación hace más de 50 años, pero también lucha contra el Tratado de Libre Comercio, TLC, contra la instalación de las nueve y más bases de Estados Unidos en nuestro país, contra la burda explotación del hombre por el hombre, contra la privatización de la salud, la educación pública y contra el cerril latifundismo.
El trágico hecho sucedió el siete de septiembre de 1994, cuando la protesta de los estudiantes condenaba el magnicidio del senador comunista y director de VOZ La verdad del pueblo, Manuel Cepeda Vargas, solicitaba rebaja al alto costo de las matrículas y condenaba las políticas antipopulares del gobierno nacional. El ejército nacional invadió el campus universitario disparando ráfagas de ametralladora al aire deshojando árboles y sembrando terror. Una bala, quizás fríamente calculada se incrustó a la altura del pecho de la joven estudiante, la insigne camarada y compañera de toda una generación de soñadores con el Socialismo y la justicia social en Colombia.
Un crimen más de Estado que reposa en la cruel impunidad. Crimen que clama justicia, unidad popular y acción de masas. Crimen que no puede quedar en el olvido, ni en la indiferencia de los estudiantes y los jóvenes, crimen que nos llama a triplicar la lucha por la defensa de la educación pública, democratización del alma Mater, calidad y amplitud para que el ingreso a la educación superior no siga siendo un privilegio de unos cuantos. Lucha para que no se siga estigmatizando a la juventud, lucha para que haya empleo digno, presupuesto para la investigación y la ciencia.
Juan Camilo Franco Perdomo escribió un artículo intitulado “Solo se da una Opinión”, el lunes 17 de septiembre de 2007, en el cual destaca con preocupación el desconocimiento de los estudiantes de los hechos que llevaron a la muerte a la camarada Norma Patricia Galeano. Es como decir “la peste del olvido”, que nos habla con fluidez Gabrien García Márquez en “Cien Años de Soledad”, cuando había que colocarle nombre a todo, precisamente para no olvidarlo. Dice: “La gran mayoría de los estudiantes de la universidad, desconocían los hechos que llevaron a la muerte de Norma Patricia Galeano”.
Por su parte, Libardo Vargas Celemín, profesor asociado de la facultad de educación de la universidad del Tolima, escribió el nueve de septiembre de 2009, una bella crónica titulada: “Llanto por Norma Patricia Galeano”, en la cual relata minuto a minuto los hechos que desembocaron en el asesinato de la camarada y tres estudiantes más heridos por obra y gracia de las fuerzas militares. Además, algunos rasgos de su rica y aplomada personalidad.
Acápites son los siguientes: “Norma Patricia Galeano, octavo semestre de sociales, matrícula de honor, amante de la trova cubana y la salsa, investigadora sobre la violencia en los archivos judiciales del Tolima, monitora del Museo Antropológico, próxima a graduarse, coleccionista de sonrisas y caracolas. Norma Patricia Galeano, luchadora incansable, asistente a cuanta conferencia se programaba en la Universidad del Tolima, UT. Norma Patricia risueña y alegre lleva en sus brazos piedras y residuos de construcción como los únicos pertrechos para derrotar la fuerza de cuarenta cazadores camuflados, nerviosos, azarados, deseando no estar allí, pero de repente sienten que las piedras caen sobre sus cuerpos y el sargento se asusta, se siente atrapado y da la orden. “Disparen al aire, sólo al aire” y aquella tarde de septiembre las ráfagas mutilan árboles, ensordecen, enrarecen el ambiente y los estudiantes se repliegan hasta el muro de los lamentos. Nada pueden las consignas contra el plomo arrasador”…
“Norma Patricia Galeano, 23 años vividos intensamente, lectora de Neruda y de Borges, primeros puestos en sus estudios  desde el preescolar, próxima a graduarse y optimista de alcanzar una beca para un postgrado. Norma Patricia la luchadora animaba a sus compañeros para que no desmayaran y devolviera a la fuerza invasora, por momentos se lograba, pero al frente el pelotón  se reacomodaba y venía de nuevo el avance”…
“Y Norma Patricia Galeano con sus 23 años de sonrisas, de alegrías, de entusiasmo y rigor en el estudio, avanzaba con su carga de piedras y guijarros. Una mirada de cazador la había seguido en busca del mejor perfil, como en el poema de Lorca: “Ya luchan la paloma y el leopardo”. Y surge la bala asesina de entre la horda de bárbaros. Norma Patricia Galeano se dobla sobre sus piernas, suelta los últimos pedruscos y su voz alcanza a comprender la magnitud de la tragedia: “Me dieron, me mataron”, y el dolor físico se transforma en un rictus, los labios se entreabren para dibujar esa sonrisa  de rabia y coraje que la acompañará hasta el hospital, donde la recibimos minutos después con la esperanza de revivirla. La espera es breve, el médico abre la pequeña puerta con las manos ensangrentadas y susurra un “No hay nada que hacer, ya está muerta”…
“Eran las siete, las siete en punto de la noche. Y sobre el mesón de la morgue veo su rostro, acompaño a sus familiares, todavía sonríe, sonríe con rabia, con coraje, con la esperanza de que su sacrificio no se extinga y su memoria pueda derrotar el olvido. Eran las siete de la noche. Lo demás, como en el poema de Lorca, lo demás era muerte y solo muerte”

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