lunes, 12 de mayo de 2014

LA COTIDIANIDAD DEL OLVIDO Y EL FESTEJO COMERCIALIZADO


Una tarjeta impresa no significa más que se es demasiado indolente para escribirle de puño y letra a la mujer que ha hecho por uno más que nadie en el mundo.
Anna Jarvis


Los pintorescos regalos, las decenas de flores, las  tarjetas, los miles de mensajes, y los centros comerciales y restaurantes atestados de una multitud desesperada, con un solo mensaje: “feliz día de la madre” hacen parte de la cotidianidad de un domingo. Cada año, el segundo domingo de mayo (en el caso de Colombia), se repite esa cotidianidad del olvido, hipócrita y consumista. Una repetición constante que ha llevado a la monotonía de un festejo individualizado y unas formas sociales de control y desesperanzas.  

La cotidianidad de la celebración de un día en especifico, en ocasiones ha lleva a un carácter acrítico de la sociedad. El festejo, que ha sido orquestado por los degradantes medios masivos de “información” y todo el marco empresarial y comercial del capital, no puede ser cuestionado y él o la que no lo celebre será visto como un inconsiderado o un individuo sin sentimientos morales. Hacer la pregunta: “¿Por qué se celebra el día de la madre?”, es incómodo y en ocasiones ofensiva. Pero si se pregunta: “¿Qué le regalaste a tú mamá? ¿La invitaste almorzar o comer? ¿Le llevaste flores?”, son normales y permiten mantener esa cotidianidad y reproducción social del consumo y el desprecio por aquellos o aquellas que no hacen lo mismo.

¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: 'No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia'. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice '¡Desarma! ¡Desarma!' La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión. En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales.
Julia Ward Howe, Proclama del día de las madres- 1870
 

Julia Ward (1819-1910) madre de cinco hijos, activista, religiosa  y defensora de los derechos de las mujeres, comenzó su lucha después de haberse casado con Samuel Gridley Howe, quien la sometió a las normas impuestas de la cotidianidad de una mujer casada. Sin poder salir de su casa, sin tener la oportunidad de decidir sobre su vida, y demás  lógicas de humillación de una mujer casada, buscó su independencia pero sin éxito. Pero, sólo fue después de que su esposo muriera y Julia Ward  escribiría en su diario: “Inicio hoy mi nueva vida”1, para comenzar un camino de lucha incansable a favor de los derechos de las mujeres y la importancia del papel de las madres en la sociedad. Muere en 1910, dejando varios obras y poemas que le permitirán ser reconocida hasta el punto que en su funeral asistieran cuatro mil personas.

Durante la misma época de Julia Ward, vivió otra mujer llamada Ana María Jarvis (1832- 9 de mayo 1905) quien fue una promotora de la salud y la seguridad social de las mujeres trabajadores. Realizando labores médicas en el marco de la guerra civil norteamericana, atendiendo a los heridos del conflicto sin importar de qué bando eran. Ana María Jarvis tuvo una hija, quien llevaría el mismo nombre y quien comenzaría a proponer un Día de las Madres. Ana Jarvis (hija) iniciaría una gran campaña para conmemorar el arduo trabajo que realizo su madre junto a varias mujeres, llegando  a ser acogido por grandes sectores sociales, hasta el punto, que el presidente de norteamericano Woodrow Wilson declara a partir de una resolución el Día de la Madre en el año 1914.

Después de la declaración del presidente Wilson, Ana Jarvis (hija) rechazo las motivaciones que se dieron para que el presidente declarara el Día de la Madre. La tendencia generalizadora de comercialización y pérdida del verdadero carácter de la festividad, obligo a Ana Jarvis (hija) ha realizar una campaña en contra de las celebraciones comerciales del día de la madre y mostrar el carácter ilegítimo del proceso que realizo el presidente Wilson. Esto le genero varios problemas, hasta ser arrestada por las manifestaciones que realizaba.

El Día de las Madres ha sido arrebatado por las lógicas del mercado. Aparentando ser un día de alegría, durante años ha escondido una realidad y ha promovido la repetición y aceptación de la humillación hacia las mujeres y sobre todo a las madres.

La declaración del presidente norteamericado Wilson del Día de la Madre, es el punto inicial de la individualización de la festividad. El simple hecho nominal  de decir el “Día de la Madre” y no el “Día de las Madres”, es el quiebre al verdadero carácter que Ana Jarvis (hija) intentaba conmemorar. La labor realizada por la madre de Ana Jarvis, y muchas mujeres, también madres, en el marco de una guerra, se pierde en la cotidianidad de los miles de regalos y rosas que se entregan en la actualidad. La individualización de la festividad genera el olvido, debido a la lógica en que se celebra o festeja. Las familias solo se reúnen y entregan un objeto a la madre intentando convertir ese día en algo especial. Las madres por su gran aprecio a sus hijos e hijas aceptan si vacilación su regalo y vuelven a la cotidianidad de sus vidas. Al decir solo el “Día de la Madre” se promueve la aceptación hipócrita de la vida privada que se le ha impuesto a muchas mujeres casadas y madres solas que ha tenido que salir adelante sin la ayuda de nadie. Esa celebración, permite que exista un control de la sociedad para que consuma productos específicos y desarrolle ciertas actividades, que le digan a la madre que todo está bien y que no es necesario cambiar nada.

El festejo comercial del “Día de la Madre” se debe acabar, para volver a conmemorar un verdadero “Día de las Madres”. No seguir festejando un día que ha sido importado desde Estados Unidos e impuesto desde el mercado es poner en cuestión aquellas formas sociales que han sometido a mujeres casadas y madres, es mostrar la realidad de millones de madres solitarias que han sido oprimidas, es mostrar la tristeza y humillación de miles de jóvenes y niñas que se han convertido en madres sin quererlo. Promover una manera distinta de conmemorar o felicitar a las Madres, es una forma de liberación y lucha por una sociedad distinta que no repita las lógicas machistas y de represión. 
 
En el contexto colombiano se hace aun más necesario. Si se considera el verdadero carácter del día de las madres, dado por la labor que realizo Ana María Jarvis en la época de la guerra civil norteamericana, y recordando las duras palabras de Julia Ward Howe, le podría aportar a la paz de Colombia. El degradante conflicto armado y social necesita reconocer los grandes impactos que ha generado hacia la sociedad y que las madres han tendido que asumir. Las madres colombianas están cansadas de parir hijos para la guerra; de tener que enterrar a sus hijos e hijas; de ser obligas y violadas por sus esposos; de mantener una cotidianidad de sometimiento y poco reconocida. Es hora de proponer otro día para las madres, ya que el segundo domingo de mayo es la expresión concreta de una la cotidianidad del olvido y un festejo comercializado.

J.F.
Centro Norma Patricia Galeano



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