sábado, 26 de abril de 2014

GALERÍA


Raúl Eduardo Mahecha, el líder sindical más importante del siglo XX en Colombia, sólo comparado con figuras como César Sandino y Farabundo Martí. Fundador del Partido Socialista Revolucionario, antecedente del PCC. Posando junto a la bandera de los 888 (8 horas de trabajo, 8 horas de estudio y 8 horas de descanso).












Tropas del ejercito Colombiano, responsables de masacrar a los trabajadores en 1929, en el suceso conocido como “masacre de las bananeras”.








Ignacio Torres Giraldo, lider sindical colombiano, fundador junto a Raul Eduardo Mahecha, del PSR y posteriormente sería fundador del Partido Comunista Colombiano. Posando en esta foto junto a otros lideres sindicales.






Luís Vidales, poeta y gran escritor colombiano, miembro del Partido Comunista Colombiano y Secretario General entre 1932 y 1934.








Prensa amarillista y oportunista que circulo en Bogotá luego del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, donde se acusaba a los comunistas de asesinar al líder. Hecho que muestra la parcialidad que siempre ha tenido la prensa colombiana.







Prensa alternativa y popular que le hace frente a los medios de la oligarquía. Otros ejemplos de esto, es el SEMANARIO VOZ, prensa del PCC.

















Gilberto Vieira, junto a Armando Hart Dávalos, líder comunista cubano en Berlín, 1963.













Gilberto Vieira, Secretario y notable dirigente del Partido Comunista Colombiano, caminando con el Nobel colombiano, Gabriel García Márquez.

miércoles, 23 de abril de 2014

“EL HOMBRE EN EL CRUCE DE CAMINOS”

Técnica: Fresco sobre bastidor metálico transportable; Dimensiones: 4.80 x 11.45 m
La pintura siempre ha sido el camino hacia la insurrección de aquellas conciencias sin voz, que se expresan por medio de los trazos y paletas de colores. Esta naturaleza afásica, exige al artista que su obra sea capaz de exteriorizar todos sus sentimientos y que plasme su mensaje. Ya que este lenguaje – parece- romper con las barreras de la palabra escrita, se presentó como el más idóneo para cultivar al pueblo, en un México revolucionario y devastado por la dictadura.

Para 1920 – ya derrocado el dictador Porfirio Díaz (1876-1910)- el timonel del país estaba a manos de Álvaro Obregón, quien en una grandiosa maniobra nombra – en 1921- a José Vasconcelos como secretario de Educación Pública de México, tarea intrincada para el momento, ya que el 90% de la población era analfabeta. Pero el secretario encontró en Gerardo Murillo, el camino para erradicar la “ignorancia”.

Murillo – quien será recordado como el padre del muralismo- años atrás había fundado “El Centro Artístico en la Ciudad de México”, que ahora con el patrocino gubernamental tenía como premisa la creación de un arte nacional que estuviese a alcance de todos, concibiendo así el mural. Para implantar la iniciativa se invitaron jóvenes artistas, dentro de los que se destacaba Diego Rivera.

Para esta ocasión presentaremos una de sus más aclamadas y polémicas obras: El hombre en el cruce de caminos (o también conocida como El hombre controlador del universo). La historia comienza cuando Nelson Rockefeller encarga un mural decorativo para la recepción de edifico Rockefeller ubicado en Nueva York – construcción que representaba un emporio económico y simbolizaba el capitalismo-. Por los requerimientos del pedido artistas como Pablo Picasso, Henri Matisse y el mismo Rivera se negaron a ejecutar, pero tras negociaciones este último acepta el proyecto en 1934.

El mural –y según el mito- fue una representación que se vino a Diego en un sueño, en donde vivía en un Estados Unidos comunista. Tras arduas jornadas de dibujo y pintura, el mural tomaba vida, pero fue la imagen equidistante de Lenin la que levanto la controversia y disgusto de los propietarios del edificio, ya que el personaje era el símbolo de la revolución Bolchevique. Los Rockefeller le exigieron al muralista eliminar la representación, pedido al que se negó, por lo que el mural fue cubierto. Rivera no solo tuvo que soportar la destrucción de su trabajo, sino un veto que le impidió pintar en territorio norteamericano por varios años. Tal prohibición indigno a la comunidad artística neoyorquina, que vio en el hecho la materialización de la censura a la expresión.

A decir verdad, el mural contenía muchos más rasgos apológicos al comunismo que la imagen de Lenin. La obra se divide en dos, el lado izquierdo que representa el capitalismo y que contiene imágenes como la de Charles Darwin- y su teoría de la evolución- que aluden al afán de avanzar tecnológicamente. En la parte inferior izquierda se evidencia la diferencia de clases, donde la Burguesa disfruta de placeres y domina a los trabajadores –desempleados-, esta idea se relaciona con la depresión que para la época vivía Estados Unidos. Se distingue, además, una escultura grecolatina, que representa la religión. A este lado también se incorpora el carácter beligerante del capitalismo, que se ilustra con los soldado dotados con carteas anti gas -alegóricas de la gran guerra-.


En el lado derecho, se plasman elementos alusivos al comunismo, especialmente a la URSS. En la parte superior derecha es posible visualizar la revolución bolchevique que lleva al triunfo del comunismo y agrupa a todos los sectores de la sociedad. Las figuras de Marx, Engels, Trotsky y Bertram D. Wolfe citan la filosofía insurrecta y llaman a la cohesión del proletariado mundial. La escultura decapitada, es el icono de la caída del fascismo. Y Lenin, quien junta sus manos con un soldado afroamericano, y más personas de diferentes etnias y clases social representada la unidad revolucionaria. En el centro está el hombre, que icónicamente es un obrero, que en sus manos tiene el poder de cambia la historia. Las aletas que lo rodena ostentan -para casa lado (derecho e izquierdo)- el micro y macro cosmos, que en el lado siniestro muestran células dañadas, connotando la enfermedad que vive el capitalismo y un macrocosmos limitado, pero el lado diestro ilustra células sanas y un espacio infinito.

Un año más tarde del incidente, el artista volvió a pintar el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, donde hasta el día de hoy sobrevive. En este lugar quiso representar la opción comunista como la única esperanza para el pueblo mexicano.

domingo, 20 de abril de 2014

DIÁLOGOS DE PAZ Y ELECCIONES


Los diálogos de paz que continuarán su curso este 24 de abril en La Habana, son el tercer intento por concluir un proceso de paz que ponga fin a una guerra fratricida que tristemente ha caracterizado y ensangrentado nuestro país por más de medio siglo. 

Y pareciese que el proceso no ha sido revestido con la importancia y seriedad que le son necesarias, cuando, por ejemplo, se ignora el llamado hecho por diferentes analistas a darle una pausa mientras cesa la contienda electoral, por la posibilidad de convertirse en una herramienta politiquera. Dicho y hecho. Ya escuchamos al presidente–candidato Santos, aseverando que ninguno de sus contrincantes tiene la experiencia para continuar el proceso de paz, y que “un cambio de capitán” en este momento sería “fatal” para el proceso. 

Para complementar dicha declaración, el pasado martes 15 de abril atendimos a “la buena nueva” del presidente–candidato, dando a conocer la gira del equipo negociador por Colombia, para “promover el proceso de paz” y explicarles a los ciudadanos la importancia de darle fin al conflicto. Esta rendición de cuentas parece un eufemismo del “estamos cumpliendo”, en una campaña que intenta ligar un apellido con la continuación de un proceso de paz.

Y no sólo Santos ha tomado “la paz” como parte fundamental en su campaña, la mayoría de los candidatos también han hecho suyo este discurso pro–paz, carente de contenido, en la carrera por las elecciones. Hemos visto resumir la paz en el silencio de los cañones. 

El concepto de “Paz con Justicia Social”, no reduce la paz al cese a las hostilidades, evidencia que sólo con la identificación de las causas del conflicto armado y su consecuente erradicación, podremos alcanzar una paz verdadera. Este concepto, acuñado por el Partido Comunista y abanderando por sectores de la izquierda en la candidatura de la alianza POLO-UP, con Clara López y Aída Abella a la cabeza, ubica la paz en un estadio muy posterior a una firma. Tristemente esto no ha retumbado como debiera en la opinión pública y se ha confundido con las campañas de la derecha, cosa preocupante, pues lo ideal es que la totalidad de la sociedad colombiana atienda y se involucre en un proceso hacia la verdadera paz.

Así, mientras la paz se matiza e instrumentaliza por sectores reaccionarios, continúan los diálogos en La Habana. Atendemos este jueves 24 de abril al inicio del ciclo 24, retomando el tercer punto de la agenda: solución al problema de las drogas ilícitas.

jueves, 17 de abril de 2014

DE LOS GABOS Y NUESTRO GABO

Aunque la derecha habla hoy de su dolor con la muerte de Gabo, quiero llamar al orden y decir que hay una confusión: El Gabo que muere hoy es diferente. El Gabo que muere hoy es el escritor preferido de muchos gringos; el Gabo que muere hoy debe ser el que hablaba de hacerle una biografía a Shakira, cosa que ya demostraba su senilidad; el que muere hoy debe ser el que nos incomodó al darle la mano a Uribe en el 2005 en los fallidos diálogos con el ELN. El Gabo que muere hoy debe ser el que se dejó visitar en su casa en México por Juan Manuel Santos y que se sentó junto al rey de España.

Porque el otro Gabo, el que fue otrora expulsado del país por esa derecha en la administración Turbay Ayala en 1981 por acercarse a las guerrillas y alentar la lucha socialista de nuestra américa; el que tuvo prohibida la entrada al país gringo hasta el ’93 por hablar en contra del imperialismo; ese Gabo no ha muerto, ese Gabo sigue perseguido por la derecha en el pecho de tantos intelectuales de este país que le siguen apostando a la paz con justicia social. Por eso hoy las derechas, con Uribe o Pastrana, alaban al cadáver del que en sus años mozos habrían mandado matar o encerrar como le sigue pasando a muchos intelectuales; porque con ese otro a este quieren que lo veamos morir.

sábado, 12 de abril de 2014

LOS "ANÓNIMOS"

Los “anónimos”
Reflexiones sobre el conflicto social, político y armado en Colombia


Desde muy pequeño, – como a la gran mayoría de los colombianos – el televisor me inundaba la cabeza de situaciones desastrosas ocurridas a lo largo y ancho del país, no había día en que las emisiones de los programas infantiles fueran interrumpidas por el “extra” o el “última hora” del noticiero, anunciando las consecuencias del desastroso conflicto a lo largo y ancho del país. En esos tiempos – mediados de los 90´s –  solo pensaba en ir a la escuela y llegar a la casa a recortar letras para formar las frases que los profesores colocaban en las tareas; No entendía para nada las dimensiones del conflicto que anunciaban los mayores, no entendía quiénes, por qué y cómo era posible que en Colombia se anunciaran muertos, cientos regados por todos lados; si lo que yo conocía de Colombia era un bello himno, hermosos paisajes, la escuela, la panadería de mi barrio y las dos esquinas de mi cuadra.

Tuve la oportunidad de visitar un familiar en el Caquetá a finales de los 90´s y el conflicto que había visto parcialmente desde mi cuarto en el televisor, reencarno y tomó vida en mis ojos… allá si se siente el hambre, el temor y la zozobra, se siente el miedo fundido en las balas; murmuraban los campesinos locales que había sido un enfrentamiento entre la guerrilla y los militares acompañados de un grupo de “cuadros militares destacados” que ellos no habían visto y de los cuales desconocían hasta ese momento. 17 muertos, 8 de ellos campesinos trabajadores, cultivadores, todo el mundo los lloró, ¡Oye chico, que desastroso el conflicto!

Anunciaban también por esa época la paz en “la zona de despeje”, en la administración Pastrana… ¡Por fin! Pensaba yo, se reconciliarán y los noticieros dejaran de cortar las emisiones de mis programas favoritos para transmitir crueldad. Hablaban de paz, – la que yo creía tener, al menos en mi cuarto que consideraba un espacio de paz – sin embargo al transcurrir el tiempo descubrí que en Colombia no ha habido paz, nadie ha conocido la paz y comprendí que la paz no llega con la firma de un tratado o un acuerdo, porque la reconciliación no es entre los distintos grupos armados, la verdadera reconciliación es con el pueblo, el campesino, el indígena, el afrodescendiente, la juventud y la vejez, las víctimas, la tierra, el campo… quienes en verdad han sufrido el rigor del conflicto.

Finalizando ya el bachillerato fui testigo de la crudeza de la guerra, los paras comenzaron a reclutar jóvenes en los barrios de la zona, compañeros del parque del barrio – ubicado en la periferia de Bogotá – resultaron listados en las filas de estos grupos, obligados a salir de la ciudad para cargar un fusil en nombre de las AUC, los que definitivamente decidieron quedarse junto a sus familias, tiempo después cayeron en las calles y las esquinas, todo el mundo sabía por qué.

Entré luego a la universidad a estudiar ingeniería, porque veo en ella un gran potencial para las transformaciones sociales que requiere Colombia, una ingeniería al servicio del pueblo. Los números, la física y los laboratorios de materiales… etcétera, aun en medio de este entorno, en mi cabeza resonaba el conflicto y la crudeza, la sangre derramada, la vida humana desperdiciada en los campos del macondo de García Márquez. Indagando en noticias, artículos, documentales, testimonios, libros, cifras y demás descubrí la gran dimensión y el horror de la actual condición de un país bañado en sangre y lágrimas. Más de 5 millones de desplazados, más de 200 mil víctimas civiles, alrededor de mil masacres, – tal vez más, tal vez menos – etcétera. Miles de datos que muestran en el papel lo vil del conflicto, leer este montón de cifras es pavoroso pero imagínese usted las terribles consecuencias sociales, políticas, socio-culturales, emocionales, materiales y ambientales para el conjunto de los colombianos.

Si usted se reconoce como colombiano, pero no reconoce el conflicto social, político y armado, está usted incurriendo en un error y se ha convertido en un “colombiano fachada” que solo se dice colombiano cuando porta la camiseta de la selección y cuando tramita la VISA para la realización de su “sueño americano” o “europeo”; si cree que el asunto de los desplazados, de las víctimas y el conflicto en general no le corresponde a usted, piense que “Colombia está como está” por aquellas personas que promulgan y promueven: “el conflicto no es conmigo”… posiblemente aquellas personas no han sido víctimas directas del conflicto pero en parte han sido victimarios al promover la indiferencia.

Somos habitantes de un país en su mayoría agrario, de trabajo agrícola y tradiciones “de la tierrita”, somos y tenemos raíces campesinas. La ciudad y el campo dependen directamente de la labor que realizan aquellos campesinos – persona que trabaja la tierra sin distinción de etnia, cultura o tradición – de ruana y sombrero, machete y azadón, que han labrado y cultivado las tierras, por las que en remotos tiempo fluía entre riachuelos el líquido vital de la vida y por los que hoy no fluye nada más que la sangre de paisanos muertos y los desechos del petróleo. Las tradiciones de mi familia, mis abuelos y abuelas, las tradiciones de sus abuelos, sus padres, tíos, primos, hermanos, vecinos, descienden directamente de las manos campesinas forjadoras de las tierras, cultivadores de la papa, el café y el maíz, labradores de la madre tierra con el único objetivo de sembrar la vida.

Y ahí están los campesinos el objetivo directo del “desarrollo económico”, de las elites empresariales y con ellas del paramilitarismo, precisamente porque el campo en general y el campesino en particular, se resisten a ser utilizados como un brazo productor de plusvalía para el capitalismo salvaje que incursiona Colombia, se resisten a ser borrados de la vida nacional, se resisten a ser alienados por una cadena de explotación, a regar semillas patentadas por Monsanto y otras multinacionales, se resiste a ser mano de obra de la agroindustria, a ser un objeto de goce del mercado, se resisten a vender sus productos a precios pormenorizados, el campesino es una objeción a la economía de mercado. Razones – entre muchas otras – por las que el campesinado entero salió a protestar contra las políticas neoliberales del gobierno Santos y sus locomotoras de “desarrollo” y de no dar solución a sus sentidas problemáticas ellos volverán a las calles, y con ellos la mayoría de los colombianos inconformes de esa mermelada amarga.

Tuve la oportunidad de escuchar una canción compuesta e interpretada por un campesino – Orlando Ospino – quien fue desplazado de la hacienda de ´las pavas´ (municipio el peñón, departamento del Bolívar) por grupos paramilitares que quisieron adueñarse de estas tierras para legalizarlas por medio del testa-ferrato y terminar produciendo palma africana. “Historia de mi vida” reza en sus versos:

“Campesino Bonarense[i], tu qué quieres trabajar
Tienes que tener primero, la tierra pa´ cultivar
Lo digo es por experiencia que tengo una edad avanzada
Me sacaron de las pavas, tierra donde cultivaba.

Sembraba maíz y yuca, patilla y ajonjolí
Estos eran los cultivos, de que yo podía vivir
Pobrecita de mi vida, yo no tengo que comer
No tengo pa´ la panela y me hace falta el café.

Me arrancaron el mafufo, el cacao también la ahuyama
Todo esto lo destruyeron, pa´ sembra´ palma africana,
El tiempo que cultivaba me sentía muy contento
La comida me sobraba y también el bastimento

Pobrecita de mi vida yo no tengo que comer
No tengo pa´ la panela y me hace falta el café
Mis hijos también se fueron, no había donde trabaja´
Uno se fue pal Arauca, los otros pa´ Bogotá
Como allá el sueldo es muy poco, a mí no me mandan na´

Mi esposa se quiere ir y eso a mí me desespera
Le digo que hay que esperar, que nos devuelvan la tierra
Pobrecita de mi vida yo no tengo que comer
No tengo pa´ la panela y me hace falta el café.

Yo duermo es en un cambuche, de tres tablas que saqué
Con mi compañero Pedro, un hombre de mucha fé
Pobrecita de mi vida, yo no tengo que comer
No tengo pa´ la panela y me hace falta el café…”

Con que sentimiento canta a sus tradiciones, sus productos, su historia, su ser, su tierra… ahora me doy cuenta que los grupos económicos dominantes en Colombia y la voraz industria transnacional lo que quieren es arrancar al campesino de sus tierras, tal como el campesino arranca el fruto de sus cultivos. El verdadero objetivo de quienes desplazan es arrancar y desterrar el sabor y la vida de la tierra, para esterilizarla con proyectos que se traducen en dinero y ganancias: Así, pues, la plusvalía del capitalismo son muertes y desdichas  de hombres acumuladas.

La crudeza con que los paramilitares incursionan el país – ¡sí! Incursionan, el verbo en presente, porque el “Mano firme, corazón grande” no los desmovilizo sino que los legalizo y potencializo desde sus múltiples cargos públicos, pero en especial desde la gobernación de Antioquia, desde la presidencia y pronto desde el senado – no tiene igual en el mundo, porque son capaces de imponer con la palabra y con las balas los antojos de unos pocos quienes los financian; frases como: “firma usted o negociamos con la viuda” se generalizaron en los oídos campesinos en las últimas décadas así como se generalizaron millares de masacres perpetradas por paramilitares como la del salado, Remedios, Segovia, Gabarra, Tibú, Mapiripán, Puerto Alvira… entre muchas otras ¡COMO DUELES COLOMBIA! Cuando un campesino es desplazado de sus tierras de inmediato le arrebatan su identidad, porque los campesinos lo son en sus tierras, en las urbes son “anónimos”.

Juventud Comunista Colombiana – Universidad Nacional de Colombia
Centro 4 de Octubre – Facultades Ingeniería y Ciencias
jucoings@gmail.com




[i] Bonarense: gentilicio utilizado para reconocer los campesinos del corregimiento de Buenos Aires en el departamento de Bolívar

martes, 8 de abril de 2014

LAS VOCES DEL CAMPO


Las voces del campo

Levántate, anda,
A la guerra que libra la noche profunda,
A la flor que de tierra levanta las manos,
Es la vida en el monte, es el hombre en la lucha

Es un tiempo en que el silencio aflora ignorancia,
Es el tiempo de gritos y esperanza,
Es la espalda cargada de muertes usadas,
Es el ser que en sus gritos se oye miseria.

Son las calles plagadas,
Es el fusil en la espalda,
Es violencia en las armas,
Es humana esperanza.

Va la tierra gritando a sus hijos bastardos,
Les grita el trato que a esta le han dado,
Reclama justicia que en este aguacero,
Se traga al soldado, a usted y al obrero.

Despiden las voces que callan pasado,
Restriegan escritos del pueblo montado,
Que monta la tierra y monta su campo.


Autoría: Centro 4 de Octubre